Día uno, 15 de julio de 2015
Hoy por la mañana, escuché un reportaje que recordaba los consecutivos asesinatos a jóvenes afroamericanos en Estados Unidos, lo que me llevó a reflexionar sobre los orígenes del racismo en este país, y llegué a la conclusión de que el mismo, tiene raíces muy profundas y que incluso, en el pasado fue respaldado por la ciencia.
En estos tiempos más que nunca, la ciencia ha trabajado arduamente para mantener su credibilidad, y sin duda, los avances tecnológicos han sido una herramienta fundamental para este fin, al dejar muy poco margen a las subjetividades e interpretaciones.
Sin embargo, no siempre fue de esta manera, -y, aunque hay que entender que no podemos ver el pasado con los ojos del presente- como todo, la ciencia y la tecnología también han evolucionado; así que, con lo dicho anteriormente podremos comprender que en el siglo XIX, una, en ese entonces considerada ciencia y llamada frenología, comenzaba a tener una increíble fama en varios países del mundo, sobre todo en España, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos de América, caso en el que nos enfocaremos.
Las bases de lo que más tarde Thomas Ignacio María Foster llamaría frenología, las sentó el médico alemán Franz Joseph Gall, con su estudio de las funciones cerebrales a finales del siglo XVIII. Este último es de hecho considerado como uno de los precursores en el estudio de la fisiología del sistema nervioso central.[1] Sin embargo, después de él, muchos se dedicaron al tema, pero sin una formación científica, así que comenzaron a interpretar los datos obtenidos más intuitivamente, llevando a la frenología a ser considerada como una charlatanería.[2]
Pero a todo esto, ¿Qué es la frenología? Esta pseudociencia es comúnmente relacionada con la simple medición y comparación de cráneos, pero, de hecho iba mucho más allá. Los principales postulados de la frenología no estaban muy alejados de lo que hoy en día creemos acerca de las funciones cerebrales -es por eso que Franz Joseph Gall es considerado parte importante en la historia de la psiquiatría y los estudios del cerebro.- Señalaban que el cerebro era una víscera en la que era posible diferenciar distintas regiones y que cada una de ellas correspondía a una función determinada,[3] pero añadían a esta teoría, que el cráneo se amoldaba a la forma del cerebro y por esa razón era importante medir los cráneos para conocer las capacidades de las personas. En el siguiente esquema, podemos observar cuáles son las zonas relacionadas con la afectividad, que se divide en propensiones y sentimientos y la región relacionada al intelecto, que se divide en percepciones y reflexiones.
Esta doctrina originalmente fue concebida para “prevenir la peligrosidad”. Explicaba la conducta humana a partir de factores previamente fijados y relacionados con el cerebro, por lo que mediante el estudio del cráneo se podrían conocer las tendencias de la población y por medio de la educación insertar nuevamente en la sociedad a aquellas personas con tendencias peligrosas: “su finalidad última, mencionada a menudo en los escritos de los frenólogos, era la felicidad del género humano.”[4]
Sin embargo, al llegar a Estados Unidos, sería vista desde una nueva perspectiva. Desde principios del siglo XIX, Charles Caldwell, un médico nacido en Carolina del Norte, comenzó a tener una amplia publicidad. Señalaba que las diferencias de desarrollo entre los blancos y “razas oscuras”, se sustentaban de forma científica, así que en la década de los veinte, estudió y comparó por primera vez distintos cráneos y llegó a la conclusión, de que la raza caucásica era sin duda innatamente superior y que la naturaleza había sido “menos pródiga” con los africanos, indios y mongoles[5], esto basado en el tamaño de los cráneos y la forma de los mismos. A pesar de ello no había justificación para esclavizar a los negros y exterminar a los indios sólo “porque su superioridad en el intelecto y en la guerra les permita hacerlo”[6]. No obstante, a lo largo de su obra Thoughts on the original unity of the human race, dejaba claro que la inferioridad (de las razas no caucásicas) conduciría casi inevitablemente a la esclavitud y el exterminio. En el caso específico de los indios, afirmaba que la civilización acabaría por exterminarlos “así como a los animales salvajes.”[7]
A mediados del siglo, en plena Guerra Civil, esta ciencia y otras como el Darwinismo social, fueron muy bien recibidas, sobre todo en el sur de los Estados Unidos, lo que por supuesto no era de ninguna manera casualidad, pues de hecho, justificaba la esclavitud de los negros, mientras que por otro lado, alentaba la remoción de los indios, que estorbaban a los planes de expansión estadounidense. Por medio de estas teorías, se legitimaban las acciones que tomaban con estos dos grupos.
Es por ello que el racismo no es un fenómeno que surja de pronto; detrás existen intereses que lo ayudan a sobrevivir y discursos incluso considerados científicos que le sirven de pilar. De cualquier manera, nunca hay que olvidar que sin importar quien la ejerza o la reciba, la discriminación, ES UNA SOLA.
Por: Ilse Aguirre
[1] Edelmira Domenech. La frenología. Análisis Histórico de una doctrina psicológica organicista. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1977. p. 10
[2] Edelmira Domenech. Op. Cit. p. 20
[3] Edelmira Domenech. Op. Cit.. p. 10
[4] Edelmira Domenech. Op. Cit. p. 14
[5] Reginald Horsman. La raza y el destino manifiesto: Orígenes del anglosajonismo racial norteamericano. Trad. Juan José Utrilla. México: FCE, 1985.p. 170
[6] Reginald Horsman. Op. Cit. p.168
[7]Reginald Horsman. Op. Cit. p. 17