De todos los Césares quienes desfilaron en el gobierno romano, hubo uno que sembró el terror y la desesperación más que ningún otro. Se trata del desquiciado emperador Cayo Julio César Augusto Germánico, mejor conocido como Calígula, quien le hizo honor a la locura con sus enfermas y lascivas acciones.
Era hijo de Germánico y al mismo tiempo hijo adoptivo del emperador en turno, Tiberio. Al morir éste, Calígula tomó su lugar y fue bien recibido por el pueblo, sobre todo a causa de su linaje, pues su padre era considerado un gran general, incluso fue comparado con Alejandro Magno. Era curioso que siendo hijo de un hombre virtuoso, de buena complexión física y encantador rostro, él resultara ser tan poco agraciado. Las fuentes antiguas lo describen como un hombre mal proporcionado, de piernas flacas, calvo y de frente ancha; su mirada diabólica y penetrante lo hacía más temible a la vista. Pero lo más sorprendente de esto, era que Calígula se esforzaba por parecer más aterrador; se dice que practicaba muecas de horror en el espejo para causar pavor a su corte.
Muchos autores antiguos concuerdan con que el inicio de su reinado fue principalmente bueno, quitó varios impuestos al pueblo y al ejército y propició el espectáculo gratuito; hizo grandes cambios en la infraestructura y trasladó el centro del poder a Roma, teniendo así, un mayor acercamiento con el senado. También se sabe que tenía gustos demasiados excéntricos, ya que se mandó a traer varios monumentos de regiones extranjeras, en especial de Egipto.
No obstante, después de la abundancia y la prosperidad en el imperio, vino la carencia y la burla. Calígula se enfermó gravemente, casi a punto de morir. Por fortuna, el emperador que tantas cosas buenas estaba dando al pueblo se recuperó y regresó a su puesto. Sin embargo, éste ya no era el mismo a quien Roma había amado. La fuerte fiebre que lo mantuvo postrado por largo tiempo en su cama puede ser una de las causas de su bipolaridad, o más bien de su locura. Desde ese momento, sus excentricidades fueron en aumento, hasta tal grado de considerarse dios, y el único a quien todo el imperio le debía tributo.
Roma se dio cuenta que su proclamación como divinidad era en serio cuando en Jerusalén mandó a levantar una estatua suya en el templo para que fuera adorada por los judíos. Esto causó polémica y disgusto con la comunidad hebrea, así que mandó a un tal Filón, líder de ellos, para que tratara de negociar con el emperador lo de su bizarra idea de culto. Y como era de esperarse, Calígula lo humilla seriamente al pedirle que cualquier asunto lo tratara con Incitatus, su caballo. Entre sus tantas locuras, la que más destaca es la de su caballo. Lo usaba para carreras pero por desgracia siempre perdía. Calígula para justificar la ineficiencia de su animal decía que el ruido lo desconcentraba y lo ponía nervioso, tanto que mandó a callar a toda Roma. El viernes pedía absoluto silencio o eran asesinados.
También compartió su cargo de sumo pontífice con el caballo, hasta lo quiso hacer cónsul, aunque logró introducirlo al senado, insultando así a todos los senadores. Por esta y por varias cosas más deterioró su relación con el senado. Comenzó a sospechar de varios miembros, los acusó falsamente y los hizo investigar. Mandó a asesinar a algunos senadores por supuesta conspiración, pero el peor insulto que recibieron fue cuando los obligó a esperar detrás de su carro y luego los hizo correr detrás de él.
Se cree que su crueldad y su placer por el sufrimiento ajeno ya se gestaban en la adolescencia. Calígula fue compañero de viaje de su padre Germánico en muchas campañas, en donde disfrutaba ver azotar, torturar y asesinar a los prisioneros de guerra. También se dice que gustaba de asesinar gatos. Otro crimen de su juventud, tal vez de los más graves, era que eventualmente abusaba y violentaba a sus hermanas, cometiendo incesto cada que podía. Desde entonces se puede ver el poco respeto que le tenía a las mujeres y lo poco pudoroso que era para esconder sus asquerosos actos. Durante los banquetes gozaba de admirar a las esposas de otros gobernantes, las hacía desfilar enfrente de él, luego escogía alguna para llevársela a sus aposentos y regresar a contar su adúltera aventura frente a todos los invitados. Y por si fuera poco, también gustaba de organizar orgías entre sus más allegados amigos y las mujeres de la corte. A causa de eso, el césar era calificado como un pervertido al que no había manera de satisfacer.
Preciso es mencionar que debido a sus exagerados gastos, su presupuesto dejó de alcanzarle y para seguir complaciendo sus caprichos empezó a gastarse el dinero que iba destinado a las necesidades de Roma. No obstante, tampoco le fue suficiente; tuvo que inventarse nuevos impuestos para sacar más riquezas. Otra de sus tantas locuras fue inventar leyes secretas para el pueblo, y como eran desconocidas, eran fáciles de romper y de ese modo cobraba multas para obtener más ingresos. Pero no siéndole bastante, se disfrazaba con una horrenda peluca y salía a asaltar a los transeúntes en plena noche.
Por tantas injuria cometidas al senado y a los militares (pues dejó de pagarles), se inicia una conspiración para poner fin al gobierno del desequilibrado emperador y a su odiosa vida. Era tal el odio que se le tenía, que se mandó a masacrar a toda su familia. Únicamente dejaron a su tío con vida, Claudio, un hombre de perfil bajo que fingía ser un títere; sin embargo, resultó ser un hombre queridísimo y de gran inteligencia, el cual le devolvió la cordura y la sensatez a Roma y al imperio. Finalmente, es así como se termina el gobierno de este genocida sin escrúpulos, uno de los gobernantes más crueles de Roma y del mundo. No obstante, todavía más degenerados están por venir.
Por: @Ingrid_VaLo
No obstante, después de la abundancia y la prosperidad en el imperio, vino la carencia y la burla. Calígula se enfermó gravemente, casi a punto de morir. Por fortuna, el emperador que tantas cosas buenas estaba dando al pueblo se recuperó y regresó a su puesto. Sin embargo, éste ya no era el mismo a quien Roma había amado. La fuerte fiebre que lo mantuvo postrado por largo tiempo en su cama puede ser una de las causas de su bipolaridad, o más bien de su locura. Desde ese momento, sus excentricidades fueron en aumento, hasta tal grado de considerarse dios, y el único a quien todo el imperio le debía tributo.
Roma se dio cuenta que su proclamación como divinidad era en serio cuando en Jerusalén mandó a levantar una estatua suya en el templo para que fuera adorada por los judíos. Esto causó polémica y disgusto con la comunidad hebrea, así que mandó a un tal Filón, líder de ellos, para que tratara de negociar con el emperador lo de su bizarra idea de culto. Y como era de esperarse, Calígula lo humilla seriamente al pedirle que cualquier asunto lo tratara con Incitatus, su caballo. Entre sus tantas locuras, la que más destaca es la de su caballo. Lo usaba para carreras pero por desgracia siempre perdía. Calígula para justificar la ineficiencia de su animal decía que el ruido lo desconcentraba y lo ponía nervioso, tanto que mandó a callar a toda Roma. El viernes pedía absoluto silencio o eran asesinados.
También compartió su cargo de sumo pontífice con el caballo, hasta lo quiso hacer cónsul, aunque logró introducirlo al senado, insultando así a todos los senadores. Por esta y por varias cosas más deterioró su relación con el senado. Comenzó a sospechar de varios miembros, los acusó falsamente y los hizo investigar. Mandó a asesinar a algunos senadores por supuesta conspiración, pero el peor insulto que recibieron fue cuando los obligó a esperar detrás de su carro y luego los hizo correr detrás de él.
Se cree que su crueldad y su placer por el sufrimiento ajeno ya se gestaban en la adolescencia. Calígula fue compañero de viaje de su padre Germánico en muchas campañas, en donde disfrutaba ver azotar, torturar y asesinar a los prisioneros de guerra. También se dice que gustaba de asesinar gatos. Otro crimen de su juventud, tal vez de los más graves, era que eventualmente abusaba y violentaba a sus hermanas, cometiendo incesto cada que podía. Desde entonces se puede ver el poco respeto que le tenía a las mujeres y lo poco pudoroso que era para esconder sus asquerosos actos. Durante los banquetes gozaba de admirar a las esposas de otros gobernantes, las hacía desfilar enfrente de él, luego escogía alguna para llevársela a sus aposentos y regresar a contar su adúltera aventura frente a todos los invitados. Y por si fuera poco, también gustaba de organizar orgías entre sus más allegados amigos y las mujeres de la corte. A causa de eso, el césar era calificado como un pervertido al que no había manera de satisfacer.
Preciso es mencionar que debido a sus exagerados gastos, su presupuesto dejó de alcanzarle y para seguir complaciendo sus caprichos empezó a gastarse el dinero que iba destinado a las necesidades de Roma. No obstante, tampoco le fue suficiente; tuvo que inventarse nuevos impuestos para sacar más riquezas. Otra de sus tantas locuras fue inventar leyes secretas para el pueblo, y como eran desconocidas, eran fáciles de romper y de ese modo cobraba multas para obtener más ingresos. Pero no siéndole bastante, se disfrazaba con una horrenda peluca y salía a asaltar a los transeúntes en plena noche.
Por tantas injuria cometidas al senado y a los militares (pues dejó de pagarles), se inicia una conspiración para poner fin al gobierno del desequilibrado emperador y a su odiosa vida. Era tal el odio que se le tenía, que se mandó a masacrar a toda su familia. Únicamente dejaron a su tío con vida, Claudio, un hombre de perfil bajo que fingía ser un títere; sin embargo, resultó ser un hombre queridísimo y de gran inteligencia, el cual le devolvió la cordura y la sensatez a Roma y al imperio. Finalmente, es así como se termina el gobierno de este genocida sin escrúpulos, uno de los gobernantes más crueles de Roma y del mundo. No obstante, todavía más degenerados están por venir.
Por: @Ingrid_VaLo