La Ciudad de México alberga en los rincón sucesos y anécdotas que cuentan su historia, en cada lugar se encuentra resguardado el recuerdo y la nostalgia del pasado, pero muy pocos han sido los sitios que han presenciado tanta sangre y tragedia desde su fundación; me refiero a Tlatelolco, un lugar que huele a muerte. Desde sus inicios, ha sido destinado a ver el dolor y la agonía de los hombres. Si bien era un centro para el comercio, también era un sitio para sacrificios humanos donde varios sufrieron ante el instrumento homicida. Asimismo, con la captura de Cuauhtémoc, Tlatelolco se convirtió en escenario de la última batalla de los mexicas contra los españoles, un momento decisivo en la conquista de México, donde la raza indígena estuvo a punto del exterminio. Después del enfrentamiento, se fundó una de las iglesias más imponentes de la ciudad; tenía como objetivo, aparte de los menesteres religiosos, ser un recordatorio del yugo español y de la fuerza incomparable que ponía en desventaja al pueblo mexica.
En los años sesenta, aparte de ser una zona arqueológica, Tlatelolco también se convirtió en una de las zonas habitacionales más modernas y novedosas del Distrito Federal, albergando a miles de residentes que más adelante verían con sus propios ojos la funesta matanza o sucumbirían ante la muerte, siendo aplastados por grandes bloques de concreto. Sin duda, el lugar se encontraba esplendoroso, hasta que justo antes de que dieran inicio a las gloriosas olimpiadas, faltando diez días, el cielo se vio iluminado por una bengala verde seguida de una roja, las cuales dieran inicio al asesinato en masa más grande y terrible de nuestro país. Incontables vidas se perdieron en una lluvia de balas y golpes propiciados indiscriminadamente. El patio quedó infestado de la sangre y de los zapatos de aquellos que intentaron huir y probablemente no lo consiguieron. Todos los lamentos, los gritos de desesperación y de horror quedaron plasmados en los muros de los edificios; el eco de los masacrados se percibe en cada rincón de la unidad.
No conforme con esa tragedia, diecisiete años después una nueva catástrofe vuelve a cobrarse un sinnúmero de vidas. En la mañana del 19 de septiembre de 1985, a causa de un inesperado terremoto, el multifamiliar “Nuevo León”, tras una terrible sacudida, se derrumbó con cientos de familias dentro que apenas se preparaban para ir al trabajo o la escuela. Aproximadamente 200 personas murieron en su propia tumba de escombros, hasta hubo algunos que agonizaron lentamente y jamás fueron sacados con vida. Con el paso de los días, debido a la podredumbre de los cuerpos, Tlatelolco y la ciudad entera se impregnaron de un desagradable olor que desprendía la carne humana en descomposición.
Los relatos que se escuchan en Tlatelolco son variados, pero siempre coinciden con apariciones sobrenaturales. Desde apariciones de indígenas hasta los sonidos de los tanques de guerra; hay quienes dicen que si te asomas por la ventana a altas horas de la noche se pueden distinguir en el patio a unos muchachos con las manos en la nuca, la cabeza baja y siendo escoltados por feroces militares con imponentes metralletas. Otros han visto niños jugando a la pelota, quitados de la pena, como si fuera de día. Apariciones que sólo duran unos cuantos segundos y luego se desvanecen. También se oyen los lamentos, las súplicas, los rezos, las voces que exhalaron su último aliento quedaron grabadas en los muros de Tlatelolco. Incluso hay quienes dicen que no hay distinción entre los vivos y los muertos, ya que se confunden en la rutina diaria de los habitantes. Entonces, si habitas en los multifamiliares, no dudes en que probablemente le diste los buenos días a un fantasma, o que le pediste permiso para pasar, o simplemente lo viste deambular como cualquier persona y no se te ocurrió pensar en que era un espíritu. Desde luego no pueden faltar los testimonios de aquellos que han escuchado caer canicas en el piso de arriba durante la madrugada. Y por último, se dice que cada vez que llueve, por el suelo se ve como corre la sangre de los caídos del 2 de octubre.
Por: @Ingrid_VaLo
Por: @Ingrid_VaLo